No se entiende el menú, pero la salsa abunda: sobre nuestra TV narcisista y auto-referencial

El retorno de Showmatch a la pantalla televisiva pone de manifiesto un fenómeno mediático que desde hace varios años se instaló para quedarse: la autoreferencialidad de la TV.

Con el correr de los años, el componente autorreferencial de la TV argentina fue en aumento. Desde los 90 ya no sólo se habla de una “realidad televisiva” o de un mundo mediáticamente construido, sino que esa misma realidad, ese mismo mundo, pueden ser analizados y mostrados desde y por la misma TV. Hoy, la mitad de la televisión se alimenta de la otra mitad. Hablar de la televisión desde la misma televisión sostiene gran parte de la pantalla.

Programas como Perdona Nuestros Pecados. Versus, Teleshow y Televisión Registrada marcaron el inicio de este fenómeno. Productos como CQC, RSM, Bendita TV, Duro de domar, Zapping y 678 lo alimentan en la actualidad. Todos juegan el mismo juego: reúnen a grupos de “notables” para charlar, confesarse, reírse o jugar sobre los contenidos de la televisión. Pero Showmatch lo potencia y le saca su mayor provecho.

No solo, los programas de espectáculos hablan de todo lo que Tinelli y su equipo producen diariamente, sino que además cuenta con programas “satélites” que se dedican exclusivamente a hablar todo el día de Showmatch, difundirlo, alimentarlo y foguearlo, preparando a la audiencia para sus emisiones nocturnas.


Televisión monotemática

En la televisión actual “Neotelevisión” en términos de Humberto Eco, los contenidos, las funciones de informar, formar y entretener están en manos del mercado.

La TV se ha convertido en los últimos tiempos en un gran supermercado de múltiples ofertas sobre el mismo producto, que busca evitar el zapping. La franja denominada “prime time” se convierte en un campo de disputa por mayores niveles de audiencia, siendo el único motivo de atracción para una publicidad que es la principal fuente de financiación de los grandes canales y productoras.

En la actual televisión, los programas eligen como contenidos las mismas temáticas, y la programación se transforma en una mezcla indistinta y homogénea.

En cuanto un programa alcanza el éxito en un canal, inmediatamente los demás pasan al ataque con otros programas que tratan de imitar el tema, su formato, enfoque y contenidos con algunas modificaciones formales suficientes para que no parezca como un calco descarado.

Lo que ocurre en “Bailando por un Sueño” se extiende por otros horarios y canales, transformándose en un tema central y casi único, lo cual es sumamente llamativo y crece con el paso de los años. Y si bien ocurre lo mismo con otros programas, como “Gran Hermano” y en otros países también con ciertos realities y grandes shows, nunca se llega a una cobertura tan extrema como ocurre en Argentina.

Los programas de chimentos hablan de Showmatch, las revistas de espectáculos hablan de Showmatch, los noticieron hablan de Showmatch. Pero Showmatch tiene sus propios productos que hablan de Showmatch: “Este es el show”, “La cocina del show” y “Soñando por cantar”, son programas creados por la productora de Marcelo Tinelli para monopolizar la pantalla, para ocupar la mayor cantidad de espacios posibles, para que todo el día se hable más y más de Showmatc.

Así, en materia de entretenimiento y espectáculos, estamos frente a “un modelo de televisión a la carta que, de momento, sólo nos permite elegir entre las opciones de un menú en el que abunda mucho de lo mismo.


Televisión narcisista

Así, la televisión habla de la televisión. De ahí que la autorreferencialidad, tomada como fenómeno inmerso en la práctica de numerosos programas, se entienda como un recurso con el que el medio audiovisual se expone y promueve a sí mismo, tematizando su propia representación.

Hay aquí lo que podemos llamar un “narcismo” del medio, una manera que tiene el medio de escenificarse a sí mismo, de hacer alarde de su potencial mediático.

La televisión llega casi a existir como personaje, como instancia que está presente mediante una continua referencia a su capacidad de construir mundos, de establecer relaciones, de crear realidad.

Así la función pedagógica y social que caracterizó a la televisión desde sus primeros tiempos (la “Paleotelevisión”, también en palabras de Eco) está cada vez más lejos. La TV deja de verse como ventana al mundo. Y cuando la tendencia a la autorreferencialidad de la televisión va ganando camino, esa ventana luminosa, en lugar de mostrar la realidad con sus claroscuros, en lugar de atraernos a través del arte o entusiasmarnos con los deportes y los juegos, se muestra a sí misma, y la realidad parece encogerse a su medida.

Un mundo cerrado no permite el libre ejercicio de la capacidad crítica, y no ofrece los elementos válidos para un juicio personal y autónomo, así que se va empobreciendo no sólo el cuerpo, que sometido largas horas frente a la pantalla, pierde movilidad, sino y sobre todo la capacidad de decisión y de participación en la vida real. Un mundo prefabricado, simplificado y estereotipado aparece por aquella ventana, impidiendo un contacto más intenso con la realidad.

De esta forma la TV argentina tiende a empobrecerse cada vez más, debido a la repetición de contenidos conformados por temáticas, historias, estructuras y personajes, que por presentar altos niveles de rating, funcionan con mayor éxito en el medio. La falta de creatividad y originalidad es la principal característica de la pantalla chica. El éxito del “Bailando por un sueño” funciona como eje principal para incentivar a ciclos de esencia autorreferencial que elijan retomar sus contenidos y no los de otros programas que igual y efectivamente se emiten.

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